lunes, 26 de julio de 2010

Es la insospechada necesidad de hacerme daño, no importa cómo: no comiendo, no durmiendo, cortándome, tomando pastillas o drogas, haciendo que mi mente trabaje en mi contra para minimizarme, arañándome la cara o rascando mis brazos vigorosamente, tengo mi cara y cuerpo llenos de marcas de todos los tipos; comiendo sin comer, engañando a mi estómago masticando la comida y luego tirándola antes de tragarla o, en ocasiones vomitando hasta ver sangre o hasta que un agudo dolor en el pecho me haga perder el sentido levemente; consumiendo una gran cantidad de pastillas para no matarme, solo para perder el sentido, para sentir algo diferente, profundo y VERDADERO (¿?). Las sorpresas de la vida, como el “amor” y esas cosas, son lindos sentimientos, hacen que me mueva, me poseen (literalmente) y empiezo a hacer cosas insospechadas, sonrio, me pinto, me peino, canto, bla bla bla… pero hasta el amor es reversible y se vuelve fome, simplemente, porque no es amor. Necesito matar la rutina que, lamentablemente, me atrapa rápido y fácil… Que si soy exigente?¿ Sí, lo soy, pero también tengo la mente abierta a nuevas cosas…
La vida?¿ La vida es bella, la vida es nueva y maravillosa (miento). Quiero pensarlo así, quiero sentirlo así y es que no hablo desde el resentimiento, no hablo desde la rabia, no; hablo desde los hechos (bah… eso fue un pataleo de ahogado)… No sé qué decir de la vida, no sé que sustentar de la vida, no sé qué esperar de la vida, es más, no sé si se deba esperar algo de la vida. Disfruto de cosas, veo cosas hermosas a diario, eso es innegable. Me encanta la sonrisa de los niños, su inocencia, su ternura y sinceridad, su pureza y ganas de aprender, de vivir (bueno, no saben a qué se enfrentan), la falta de importancia en muchas cosas, como el ser aceptados por los demás, como su belleza física, son abiertos y cada día, a cada minuto con un gesto o una palabra a medio decir, te das cuenta que aprendieron algo nuevo; igual ya tener un hijo, no es conmigo.
Disfruto de las mañanas de sol, de cómo la luz entra por mi habitación terminando mi sueño jeje. Una tarde viendo cómo se pone el sol y cómo va llegando la luna, esa es maravillosa, la amo, me transforma y me afecta cuando se llena, amo cómo llena de claridad la ciudad y me encanta, en la casa de mi madre, subirme a la terracita de atrás y verla sobre las montañas, eso es de verdad magnífico; pienso en las personas qué, al igual que yo, también la están admirando, le pido cosas, le ruego que ilumine su camino, que le de calor a su corazón, que lo acompañe y le susurre al oído, que lo amo; le pido que cuando esté menguando, sea la cuna de Maty y Nico.
Amo también, los días de lluvia, tal vez es tonto, pero cuando golpea la ventana, escucho melodías; me gusta el frío que trae la lluvia y amo que el hombre que amo, me devuelva el calor con un abrazo; me encanta caminar bajo la lluvia (pero le tengo terror a los truenos), jugar y bailar cuando llueve mucho, por algo, soy “la lluvia de noviembre” de mi abuelita.
En ocasiones, me encanta el agite de la ciudad, cuando no tengo auto y debo tomar el colectivo, es la locura, ver la gente con cara de amargura (la mayoría, por no decir que todos) por tener que madrugar para ir a sus lugares (trabajo, colegio, universidad, etc.), deseando que pronto llegue el fin de semana o, por lo menos, el transmilenio a todos lados para que los trancones disminuyan (esas son quejas al aire, ya que, a mayor transmilenio, mayor congestión es sus vías, pero bue…); la gente escuchando música y los conductores tan “educados” ellos, con sus frases para la posteridad: “siga para atrás, por favor” ó “no, ahí no se me quede, señor, por la mitad para el fondito que allá hay espacio (¿?)” ó “no tiene más sencillo?¿” ó “qué, le pongo alas?¿” ó “si va de afán, pues mañana madrugue más”. Y cuando voy en auto, no, también es la locura: el tipo que no pone señalización, el obrero daltónico con delirios de policía de tránsito, los semáforos dañados, los policías de tránsito, la vieja bruta que le da por maquillarse en el auto y arma el trancón, el tipo que se cree Montoya y jura que maneja re lindo… en fin… amo también esas cosas…
Amo a mi madre, a mi hermanito también pero me duele que haya cambiado tanto, las circunstancias cambian a las personas, hasta las ajenas.
A veces, creo que vivir vale la pena (qué significa esa frase), creo que se pueden hacer cosas y es que si muero (a veces lo pienso) ya no podré, definitivamente, gozar de los placeres mundanos que tengo aquí; si muero, mueren también los helados de popsy, que son un pecado; si muero, ya no tendré los besos que me hacen derretir, ni estará más en mí, el recuerdo del que fue y no es; si me mato, no estaré al lado de mis nenes; si muero, no podré dormir tranquilamente en los brazos de mi madre, ni escuchar la música que me apasiona (Claro de Luna y el Danubio Azul) y llega a mis entrañas de formas inimaginables; si desaparezco, no podré volver a montar un caballo ni disfrutar de los juegos de mi perros; ya no podré hablar más con mi sobrino o tener excesos de sinceridad irrefutables con mi hermana; la política pasaría a un segundo plano y tanto que me gusta polemizar; si desaparezco, muchos se sentirán decepcionados y con los que hay hasta ahora, es suficiente, no?¿ Si muero, no podré fumar un cigarro tirada en el césped de un parque, bueno, el cigarro me mata, pero los helados de popsy también jeje :P… en fin…

***

No hay comentarios:

Publicar un comentario