domingo, 19 de septiembre de 2010


Luego, por primera vez en su vida, contempló su vida con claridad, sin juzgar y sin excusarse. En ese instante, aceptó toda la responsabilidad por su vida, por la influencia que la gente tenía sobre ella, y por los acontecimientos que le habían dado forma. A partir de ese momento, fuera de sí mismo, nunca más culparía a nada ni a nadie de todos los errores y desgracias. El reconocimiento de que él era la causa, no el efecto, le dió un nueva sensación de poder. Ya no tenía miedo.

Le sobrevino una desconocida sensación de calma y algo muy extraño le sucedió: "empezó a caer hacia arriba!! sí, parecía imposible, pero caía hacia arriba, surgiendo del abismo!!!". Al mismo tiempo, se seguía sintiendo conectado con lo más profundo de él, con el centro de la tierra. Continuó cayendo hacia arriba, sabiendo que estaba unido al cielo y la tierra.

Repentinamente, dejó de caer y se encontró de pie en la cima de la montaña y comprendió el significado de la inscripción en la roca. Había soltado todo aquello que había temido y todo aquello que había sabido y poseído. Su voluntad de abarcar lo desconocido le había liberado. Ahora el universo era suyo, para ser experimentado y disfrutado.

El caballero permaneció en la cima, respirando profundamente y le sobrevino una sobrecogedora sensación de bienestar. Se sintió mareado por el ecantamiento de ver, oir y sentir el universo que le rodeaba. Antes, el temor a lo desconocido había entumedico sus sentidos, pero ahora podía experiemntar todo con una claridad sorprendente. La calidez del sol del atardecer, la melodía de la suave brisa de la montaña y la belleza de las formas y los colores de la naturaleza que pintaban el paisaje, causaron un placer indescriptible al caballero. Su corazón rebosaba de amor: por sí mismo, por Julieta y Cristóbal, por Merlín, por Ardilla y por Rebeca, por la vida y por todo el maravilloso mundo.

Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, por su barba y por su peto. Como provenían de su corazón, estaban extraordinariamente calientes, de manera que no tardaron en derretir lo que quedaba de su armadura. El caballero lloraba de alergía. No volvería a ponerse la armadura y cabalgar en todas las direcciones nunca más. Nunca más vería la gente el brillante reflejo del acero, pensando que el sol estaba saliendo por el norte o poniéndose por el este.

Sonrió a través de sus lágrimas, ajeno a que una nueva y radiante luz irradiaba de él: una luz mucho más brillante y hermosa que la de su pulida armadura, una luz destellante como un arroyo, resplandeciente como la luna, deslumbrante como el sol.

"Porque ahora el caballero era el arroyo. Era la luna. Era el sol. Podía ser todas estas cosas a la vez, y más, poruqe era uno con el universo" ERA AMOR!!!!

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